Los "Finisterres" franceses

 18 de julio, domingo

Itinerario: Le Diben-Sitio de Meneham-La Foui-Camaret Sur Mer

Pernocta: Area de Camaret Sur Mer (48.274601, -4.60825)

También, mañana espléndida donde las haya. Sol luminoso y hoy el termómetro llega a subir a los 26 grados. Supongo que por aquí, una temperatura inédita.

Nos encontramos en el área para autocaravanas de Camaret  Sur mer. 7 euros 24 horas. Tiene capacidad para 90 y cuando hemos llegado, rozando las 14 horas, estaba casi llena. Todos los comentarios la califican muy bien, pero a nuestro juicio, aunque está  parcelada y separada por setos, las medidas son más bien escasas. Para ser más ilustrativa: aprovechando bien el espacio podemos colocar en un lateral una mesa pegada a la autocaravana y un par de  sillas a ambos lados de la mesa, pero nada más. Vamos que las parcelas son para “parejas”, aunque algunas tienen un poco más de espacio pero  es porque no tienen seto y es que el mantenimiento es escaso por no decir nulo. No se corta la hierba, tampoco los setos, que crecen libremente y cuando lo hacen a los lados, ocupan espacio que restan para sillas y mesas. Por lo demás, dice que tiene wifi y me da que no, al menos mi teléfono no localiza ninguna red.

Cuando hemos llegado la paz era total. No se oída ni las moscas. De hecho estábamos comiendo cuando nos ha llamado nuestro hijo y hasta me ha dado apuro porque hablando bajo creía que me podían estar oyendo. Pero, la alegría dura poco en la casa del pobre y ha llegado una autocaravana con dos niños, uno de ellos no se calla ni debajo del agua, y es que cuando no habla con pito, canturrea  y también alguna rabieta que otra, y los de la  parcela  de al lado han vuelto de su paseo en bicicleta y han hecho tanto ruido que pensé que estaban recogiendo para irse, pero no, sencillamente estaban. No sé si me estoy volviendo una vieja gruñona, o ya lo soy…Entiendo que se tenga  que hacer ruido, que se hable, pero escapa a mi comprensión los tonos altos, o los ruidos innecesario, como los canturreos u otros. Cada vez soy más sensible a los ruidos.

Bueno, esta mañana teníamos destinos un poco distantes, el primero a 70 km, el sitio de Menehan y el segundo a 50 km de Menehan, La Foui y luego ya donde estamos ahora. Sumamos que es domingo y que los franceses se echan a las carreteras llenándolo todo así que nos hemos movido rápido y estábamos dejando el camping las 8,30. 

Poco más de una hora después  estábamos llegando de Menehan, eso si, por caminos de cabras. Son zonas con una población muy dispersa por lo que yo creo que han asfaltado los caminos, de hecho, las carreteras se llaman caminos y el navegador  nos mete por lo que parecen laberintos de ellos. Si rechazamos una entrada por estrecha, la siguiente no es más ancha, así que al final nos rendimos y nos dejamos llevar.

Una señal nos ha impedido llegar a los aparcamientos más cercanos al sitio de Menehan y nos ha dirigido a un aparcamiento que tenía tres o cuatro plazas para autocaravanas, aunque un poco más adelante había lo que parecía un área. Cuando hemos llegado había solo dos así que hemos aparcado sin problemas. Nos dirigimos hacia el mar, a unos 600 metros y vemos que al fondo, junto a la playa hay grupos pequeños de autocaravanas que no sé como han llegado allí, bueno, mejor dicho, sí, saltándose la prohibición o la indicación de no hacerlo.


El sitio de Meneham es una aldea de casas de piedra de granito con techos de paja y ventanas y puertas de madera que han sido rehabilitadas. Forman un pequeño conjunto armonioso y hermoso que nos introduce en un viaje en el tiempo.


Junto a ellas encontramos otra casita toda de piedra gris de granito atrapada entre dos moles de rocas que era su puesto de guardia. Todo rodeado de verdes praderas.

Es una gran planicie verde, salpicada de gigantescos bloques de piedra y con casas aquí y allá. 



Una playa y una costa llena de pedruscos con un tranquilo y azul océano atlántico terminan de conformar este paisaje tan peculiar para nosotros que no estamos acostumbrados a él. El paisaje es singular, llano, salpicado de enormes piedras de granito, el mar, pequeñas bahías...es difícil ver el principio y el final de la costa ya que tierra y mar parecen fundirse.  Al parecer la gente de este lugar vivía de las algas de las que extraían yodo.

Regresamos ahora para poner rumbo hacia La Foui del que otro viajero nos había comentado que le había encantado, que parecía que el tiempo se había congelado allí. De nuevo transitamos por “caminos asfaltados”. En un momento determinado veo la parte trasera de lo que parece una cierva escondiéndose en la frondosidad del bosque después de haber cruzado la carretera y continuamos un tranquilo recorrido hasta que vemos una señal de desviación y la seguimos como todos, hasta que llegamos a un sitio en obras que no permite el paso. Uno tras otro nos vamos encontrando allí, parados, desconcertados. Nosotros decidimos dar la vuelta y buscar en google maps una alternativa que seguimos y por suerte, nos saca de allí. Otros, deciden otra.

En poco más de una hora llegamos al aparcamiento de La Foui. Casi vacío. Pensaba que lo iba a encontrar lleno, como nos pasó en Dinan (mala experiencia) sobre todo después de los que nos dijo este viajero. Pero por suerte no.


Cruzamos el rio y nos dirigimos a esta ciudad. Y…bonito, sí era, pero tan solo es una calle con no sé si llega a una decena de hermosas casas con su tejado puntiagudo de pizarra y sus ventanas y puertas enmarcadas en maderas de colores y…flores. 


Por más que nos asomamos, no encontramos nada más destacable que se adapte a la descripción que este viajero nos dio de que “le pareció que el tiempo se detenía”,  así que un poco decepcionados, nos dirigimos de nuevo a la autocaravana. Otra cosa destacable es el encuentro con una pareja de bilbaínos. Los segundos viajeros con los que intercambiamos unas palabras. Más que el verano pasado.

Y ya pusimos rumbo a Camaret Sur Mer, bueno, en realidad nuestro destino era Point de Pen Hir a donde no hemos llegado ya que hemos cambiado de opinión en el último momento. Hemos pensado por la hora que era, que íbamos a disfrutar más de este lugar mañana y ahora lo que quizás nos convenía era mirar si en el área teníamos hueco. El siguiente lugar seleccionado era un camping, algo más alejado de aquí, y lógicamente más caro. Y como lo hemos visto tan lleno, hemos decidido quedarnos, comer y descansar.

Son cerca ya de las 18 y el sol parece que aprieta un poco menos. Corre una agradable brisa y queremos acercarnos a ver un alineamiento de menhires, el de Lagatjar que esta junto al área y bajar a ver el cementerio de barcos, junto a la torre de Vauban a poco más de un kilómetro de aquí. Y de paso, a ver si se me quita el miedo y probamos en algún lugar que veamos seguro, los famosos mejillones fritos que parece un plato típico de la zona.

Ha pasado un día. Ayer no pude escribir. Apuramos demasiado y llegamos a un camping a las 20 horas y a pesar de haber sido el mejor hasta ahora,  lo pudimos disfrutar muy poco.

Vuelvo a Camaret Sur Mer.

Como tenía previsto bajamos hasta el puerto…y se hizo pesado. Hacía calor y caminamos entre chalets en una urbanización sin ver a nadie. Aduvimos 30 minutos algo aburridos.

En el puerto disfrute del inédito escenario de un cementerio de barcos. Nunca había visto o estado en uno. Fotografié sus viejos cascos abandonados pensando en las historias que tendrían que contar si pudieran hablar, de sus dueños, sus trabajadores, sus pasajeros...El lugar tiene una estética especial, diferente y cierta atmósfera romántica y triste.


Al otro lado, una playa, de arena blanca, planita, donde la gente parecía disfrutar más de paseos y juegos que de baños. Unos cuantos restaurantes con sus terrazas llenas hasta la bandera, pintaban de colores esta zona del puerto. Pero ningún sitio nos atrajo lo suficiente para sentarnos a degustar sus mejillones. Con resignación y bajo un implacable sol, ascendimos de nuevo. Nos preocupaba nuestra amiga  Tula, pero como una campeona, deshizo el camino.

Antes de entrar nos acercamos a ver los alineamientos aunque el calor hacia que no disfrutáramos de ellos pese a la escasez de visitantes.

Y regresamos…al hormiguero. Sinceramente, 7  euros por este sitio, me parece caro. El sol es de justicia y ningún árbol que nos regale su sombra. Tampoco wifi como anuncia. Tiene dos puestos para carga y descarga pero para las 90 autocaravanas que acoge me parecen insuficientes y de hecho, por la mañana había una cola de hasta tres esperando en cada uno y eso fácilmente era media hora, así que abandonamos el área sin cargar ni descargar. Y por último, mencionar que el área está junto a una residencia de jóvenes en verano y hasta más allá de las 22,30 hubo jaleo. Vamos, que yo personalmente, no la recomiendo.

Cayó la noche y refrescó…algo. Nos fuimos a dormir hasta la mañana que nos sorprendió también con un sol brillante.

19 de julio, lunes.

Itinerario: Camaret Sur Mer-Pen Hir Point-Locronan-Point Croix-Pont du Raz-Penguilly.

Pernocta: Camping  de Peumerit en Penguilly (47.946103; -4.292368).

Rumbo directo a Pen Hir Poin tardamos 5 minutos escasos. Aparcamos sin dificultad y nos dimos un paseo hasta la punta para disfrutar de las espectaculares vistas  de los acantilados de arenisca de más de 70 metros de altura elevándose sobre las aguas del mar de Iroire e introduciéndose en su azul intenso  alargando sus dedos hacia él.

La roca gris se introduce en el azul intenso del océano atlántico, alargando sus dedos hacia él hasta perderse. Un  toque pintoresco lo ofrecen unos islotes que salpican la zona conocidos como “Tas de Pois” o “montones de guisantes”, que salpican el paisaje allá donde acaba la tierra firme. El sol iluminaba intensamente el horizonte.



Una playa de dorada arena se destacaba al fondo de un acantilado.  

En otro extremo está la cruz construida a finales de la Segunda Guerra Mundial en memoria de los caídos de Bretaña y de los exiliados. En uno de sus laterales se puede ver la inscripción en bretón «Kentoc’h mervel eget em zaotra» —la muerte antes que el deshonor-, y a sus pies otra preciosa: “hombre libre, siempre apreciarás el mar”. Las vistas desde la base de la cruz también son espectaculares, y permiten ver otros rincones de la costa de la península.







Ponemos ahora rumbo a  Locronan a donde llegamos una hora después. Nos dirigieron a todos a un aparcamiento donde abonábamos 4 euros en concepto de ayuda para conservación del lugar. A pesar de que era lunes y el aparcamiento era grande, tenía ya mucha gente. Tras aparcar  nos dirigimos a la calle principal.

Toda una belleza. El triste granito gris se ha convertido aquí en arte a través de la arquitectura popular. Y es que esta ciudad nos  ha sorprendido agradablemente.  La Grand Place  está rodeada de catorce elegantes residencias  de los siglos XVI y XVIII antiguamente habitadas por oficiales del rey, notables y ricos mercaderes de lona.  

Pero las  casas y edificios de las calles circundantes  no desmerecen para nada este armonioso conjunto donde nada parece desentonar, todo forma parte de algo, de un conjunto perfectamente integrado. 

Bonita y tranquila. Además, su pequeño tamaño contribuye a su atractivo.  Así me gustan a mi las ciudades: pequeñas, fáciles de aparcar y de visitar.



La plaza principal está dominada por la iglesia de San Ronan del siglo XV y por una capilla del  XVI formando un bonito conjunto arquitectónico.













Esta ciudad ha sido escenario de algunas películas ya que la cuidan tanto que  los cables de la electricidad están todos enterrados y  los símbolos del presente están ocultos para hacernos viajar en el tiempo. Solo las coloridas ropas de los turistas que deambulamos admirados de un lado a otro, nos devuelven al siglo XXI.

En una de sus calles encontramos un curioso Tío vivo, completamente “ecológico” o “sostenible” donde el motor eran las piernas de una joven en su bicicleta mientras que cantaba con una bonita voz. Momento muy seductor.


Ahora ya pusimos rumbo a Point Croix  aunque antes aprovechamos para surtirnos en un SuperU de gasoil y de algún que otro alimento y dejamos la autocaravana aparcada allí.


Esta pequeña localidad posee una iglesia algo sorprendente con un espléndido porche esculpido  adornado con rosetones y unas magníficas vidrieras,  así como unas bonitas callejuelas empedradas rodeadas de mansiones antiguas.  




Aunque a nuestro juicio no tiene comparación con Locronan, si se pasa por aquí, se pueden dedicar unos minutos a disfrutar de su casco viejo

Descubiertos algunos de sus rincones, ahora ya pusimos rumbo directo a Pont Du Raz. Intentamos antes buscar un sitio para comer, pero no fuimos capaces de encontrar un árbol que nos cobijara bajo su sombra y es que si hace unos días echaba de menos el sol, ahora calienta en exceso y el calor siempre me ha influido negativamente restándome fuerzas,  así que seguimos hasta Pont Du Raz.  

Allí llegamos pasadas las 15,30 y bajo un sol sin piedad, oscurecimos todo, encendimos el enfriador y pudimos comer con tranquilidad. En estos momentos aunque sean puntuales, agradecemos disponer de este aparatito (en concreto un enfriador Viesa) que nos permite hacer con comodidad cosas que no podríamos hacer. Descansamos un poco pero se nos hace tarde, así que alrededor de las 17 horas salimos a recorrer el kilómetro y medio que nos separaba de la Punta de Raz, el extremo Oeste de Francia.

Y de nuevo bajo un sol de justicia aunque ventilados por una leve brisa marina, recorrimos estos metros, esta vez sin la compañía de Tula, porque el calor no era bueno para ella, y además, a su paso, nos podríamos alargar mucho.


Casi en romería llegamos al final, a la punta del Raz, que se eleva a 70 metros de altura. Y disfrutamos de unas espectaculares vistas sobre el atlántico abriéndose un amplio panorama que nos permite ver  el faro cuadrado del islote de la Vieille, encendido  a finales del siglo XIX y al fondo, a lo lejos el faro de Ar Men.


El regreso nos resultó algo más duro ya que lo hicimos por una senda interior que nos privó de la refrescante brisa marina que llevamos a la ida.

Y pusimos rumbo para buscar donde dormir. Había seleccionado una sidrería, por probar una cosa nueva. Así circulamos por un laberinto de carreteras o caminos, que a veces no se puede distinguir, y en medio de la nada lo encontramos, pero cuando llegamos eran ya las 19 horas y nos recibió la soledad más absoluta y un cartel que decía que a las 18,30  cerraban, y nada más, información que no aparece en Park4night.

No sintiéndonos cómodos, decidimos dejar el lugar en busca de un camping a unos 20 kilómetros de donde estábamos. Y era tarde, y estábamos cansados.

También parecía estar en medio de la nada, y recorrimos los últimos kilómetros pensando en que podían haber cerrado la recepción a las 19 horas o antes y encontrarnos allí como  bobos, solos y sin saber qué hacer. Pero tuvimos suerte y aunque aparentemente estaba cerrada, surgió el dueño del camping  que parecía vivir allí.

10 euros forfait. Estupendo. Ahora nos mostraría las instalaciones. Se trata del Camping  de Peumerit en Penguilly (47.946103; -4.292368). Siguiéndole, nos adentramos por un camino en un frondoso bosque al que se abrían verdes praderas. Si se quería sol, había más que suficientes espacios verdes abiertos, y si se quería sombra, enormes castaños o robles nos podían dar cobijo bajo sus ramas y  sentir el frescor. Además, otro atractivo añadido,  muy poca ocupación y algo sorprendente, ningún niño con lo cual el silencio y la paz era total.

Así que, aunque no podíamos elegir otra cosa, el sitio resultaba espectacular. El único problema era nivelar la autocaravana  ya que el terreno que elegimos, por supuesto debajo de un enorme roble, estaba inclinado y eso nos costó algo más.

Así nos instalamos en un espacio de casi 3000 m 2 en el que solo estaba otra pareja a un extremo y nosotros. Pero este camping tenía muchos más espacios similares a este. Y las instalaciones, cómodas y limpias. El mejor sitio en el que habíamos estado hasta ahora, y ahora, una vez de regreso, el mejor de todo el viaje. Lástima haber llegado tan tarde para disfrutarlo tan poco.


Pero justo fue instalarnos, y empezar un ruido fuerte de una máquina trabajando aderezado con el pitido del aviso de la “marcha atrás”. Y en medio de tanto silencio, resultaba muy molesto. Nos dijeron que durante todo el día había reinado la paz. Angel pensó en que trabajaban en alguna carretera, y yo me temí que fuera un turno de noche.  No pude con mi curiosidad  y busqué la fotografía de satélite a través del  google earth comprobando que estábamos en una mancha de bosque rodeada de campos de cereal, por lo que deduje que debía de ser una cosechadora. Y así debió de ser porque tras unos 40 minutos, el sonido se alejó para cesar.  

Tras instalarnos nos fuimos a dar una ducha, preparamos la cena y la tomamos, por segunda noche, fuera. Teníamos que hablar en susurros ya que el silencio casi era sobrecogedor. Cerca de las 23, cuando la noche ya fue cerrando nos fuimos a dormir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario